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Por un pensamiento ético. Otros planos de realidad.
Montserrat Torras Planas
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MAR GUERRERO (Palma, 1991) toma como ejes de su proyecto la ecología y la temporalidad a partir de referencias como la manipulación genética animal y la obsolescencia de materiales y recursos. Inició su investigación sobre estas temáticas con el proyecto Aguas Cósmicas (2021), continuó con Cosmologías residuales (2023) y siguió con Un viaje eterno (2023), presentado en la Casa Encendida, en Madrid.
En cuanto a los medios y materiales que selecciona con pulcritud y que maneja con total precisión, el abanico es amplio: instalaciones, audiovisuales, fotografía, video instalaciones, impresiones 3D o residuos orgánicos e inorgánicos. En Un viaje eterno crea ya piezas realizadas con pelo canino y vidrio soplado, para lo que contó con Gabi y Pere Ignasi, artesanos del vidrio en Mallorca. El sonido, de la mano del músico Carles Oliver, también es un recurso habitual en sus obras.
En Materia Domesticada, el proyecto que nos ocupa, continúa con el desarrollo de las líneas de investigación mencionadas, incidiendo en cuatro temáticas: el estudio de materiales tradicionales de nuestro territorio procedentes del espacio doméstico, el uso de recursos naturales, el reciclaje y la reutilización.
Se trata de una instalación que ocupa la Sala de la Chimenea del Casal Balaguer. El espacio de principios del s. XX, bañado por la suave luz que entra por los ventanales del balcón, está vestido con muebles de época, ricas telas y un maravilloso piano Steinway & Sons, en el centro. En segundo plano, encontramos la obra de Guerrero. Ligeramente escondidos, unos nuevos objetos de vidrio soplado con pelo canino en su interior, reposan en el suelo.
Resulta imposible para el espectador contener el impulso de acercarse a verlos, y, al hacerlo, percibirá unas formas orgánicas que, a juzgar por su cercanía y disposición, parecen mantener algún tipo de relación entre ellas. Hay algo que nos resulta familiar en estas criaturas y, al mismo tiempo, indescifrable.
Una parte del enigma son las huellas vitales que Mar Guerrero incorpora a sus obras y que solo ella puede descifrar. La otra parte, sin embargo, está construida desde la reflexión, el análisis y la investigación filosófica que sustenta la base conceptual que guía a la artista en ese viaje constante desde lo micro a lo macro, desde lo particular a lo universal.
Isidoro Valcárcel Medina, pionero por excelencia del arte conceptual en España, afirma que todo el arte es conceptual: Mar Guerrero es un ejemplo de ello.
El núcleo teórico alrededor del cual se desarrolla su obra es un lugar común en la generación millennial a la cual pertenece. Sin embargo, al profundizar un poco más, nos topamos con que detrás de cada uno de sus proyectos subyace un discurso filosófico que intenta dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Por qué nos estamos cargando el planeta y, aún siendo conscientes de ello, no hacemos nada para remediarlo? Esta cuestión tan evidente y vital, para ser respondida, requiere de la revisión de las corrientes de pensamiento que, hasta ahora, nos han servido como referentes válidos y que, sin embargo, han resultado no serlo.
El imperativo de un orden jerárquico promulgado por Kant, en el cual el ser humano es un fin en sí mismo, ha demostrado no ser efectivo. Debemos, entonces, encontrar otro sistema de pensamiento válido. La teórica y filósofa política Jane Bennett (EE.UU, 1957), en su libro Materia vibrante. Una ecología política de las cosas (2022) propone un cambio profundo a través del “materialismo vibrante”, en línea con las corrientes de pensamiento de Deleuze, Spinoza, Latour o Guattari. Para el “materialismo vibrante” existe una sola realidad que se encuentra en la materia, entendiendo que todo, cosas y humanos, somos materia viva estructurada en un sistema de redes donde todo está al mismo nivel. Si se rompe una parte, todas resultan dañadas.
Por otra parte, el filósofo Theodor Adorno (Alemania, 1903), aporta la idea de “no-identidad”. En relación a la diferencia entre cosa y objeto, el filósofo habla acerca de la cosa que no quiere ser capturada por el concepto y por lo tanto debe mantenerse abierta a todos los conceptos.
Tomando estos dos planteamientos como puntos de partida, podría tener sentido pensar que cosas y personas estamos hechos de materia vibrante. Esa propiedad en común, primero debería conducirnos a una convivencia más equilibrada y por tanto más ecológica y, segundo debería hacer que, las cosas, sin identidad definida y, por lo tanto, poseedoras de todas las identidades posibles, pasarán a formar parte de ese Todo heterogéneo junto al ser humano.
Hasta ahora, he puesto el foco en la materia por sí misma, al margen de los significados culturales y las experiencias personales que el ser humano pone en ella. Es difícil imaginar esta materia como algo vivo y parte de una acción, no obstante, la evolución humana ha demostrado que la transformación de la materia ha conllevado la transformación del ser humano siendo este su producto.
Según Bruno Latour (Francia, 1947), un “actante” designa una fuente de acción y puede ser humano y no-humano o ambas cosas. Un “actante” no es un sujeto ni un objeto, sino un interviniente que hace que sucedan cosas. Cuando en una situación entre un sujeto y un objeto sucede algo, no es consecuencia del poder del sujeto, condicionado por su biografía o circunstancias, sobre el objeto, sino del objeto y del sujeto como intervinientes al mismo nivel y en proporción parecida.
De vuelta a la instalación Materia Domesticada, podremos ahora reconocer un espacio habitado por materia vibrante. Cosas vivas interactúan entre ellas generando acciones que los ojos humanos, acostumbrados a ver solo representaciones mentales, no pueden ver. El cerebro no es fidedigno en cuanto que no reproduce la realidad, solo recrea a partir de cosas o experiencias similares.
Las burbujas de vidrio soplado, son parte de otra cosa que fue, aluden a formas acuáticas que son, al agua como componente de la materia que somos. El pelo canino formaba parte de una materia vital, el perro, que sigue siendo y que a su vez adquiere una nueva vida a través de la reutilización de su pelo que pasa a formar parte de la materia de una nueva criatura y esa nueva criatura establece relaciones con otras criaturas gracias a su composición y posición respecto al resto. Los sujetos, no están nunca presentes en las instalaciones de Guerrero porque son parte de ellas, intervinientes necesarios de la acción que acontece.
Es hora de construir algo nuevo a partir de fluir sin condicionantes, a partir, únicamente, o en la medida de los posible, de la percepción y Guerrero, propone abandonar el miedo al vacío para ser materia vibrante. Hay que partir de un ecosistema único en el que el espacio submarino, el aéreo, la tierra, el cuerpo, los animales, los vegetales, los minerales, cada cosa, sea parte indispensable del todo. ¿Estamos ante una distopía o ante una nueva realidad? Júzguenlo ustedes.
Texto para la exposición individual Materia domesticada en Can Balaguer. Premios Arts & Crafts 2024.
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Mar Guerrero, esferas y redes.
Miguel Cereceda
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Mientras que el filósofo alemán Peter Sloterdijk ha tratado de pensar las relaciones humanas, políticas y sociales contemporáneas en términos de «esferas» -desde el útero materno hasta nuestra relación con el cosmos-, la joven artista mallorquina Mar Guerrero ha intentado pensar estas mismas relaciones en términos de redes. Para ella, las redes son fundamentalmente las relaciones humanas (el turismo, los viajes, la migración, las relaciones coloniales…), pero también las tecnológicas y, en especial, la red de redes. Curiosamente, sin embargo, para pensar estas redes, la artista se ha servido fundamentalmente de esferas. Utilizando pelotas, bolas y balones de distintos formatos, materiales y tamaños ha escenificado dos espacios en los que trata de pensar, por una parte, la relación del cuerpo humano con el espacio cercano a través de la danza y, en segundo lugar, la relación con el espacio lejano -incluído el espacio exterior- a través del viaje.
Dos diferentes estancias de investigación (una en Matadero Madrid y otra en Nirox Foundation, en Sudáfrica), le han facilitado explorar estas distintas relaciones espaciales. Mientras que en España invitaba a la gente a moverse en relación con las esferas dispuestas sobre el suelo, escenificando una especie de «danza», en su viaje por Sudáfrica la artista, disfrazada de astronauta, iba depositando pequeñas bolas de yeso a lo largo de su trayectoria, dibujando con ellas, sobre el territorio, redes de constelaciones imaginarias.
ABC Cultural. 20/10/2018
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Explorar lo posible.
Miguel Ángel Hernández Navarro
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La inacción de Bartleby, el personaje del relato de Melville, fue vista como una pulsión de la modernidad por Enrique Vila-Matas en su mítico Bartleby y compañía, una inclinación compartida por artistas, músicos y escritores a no decir, no-hacer, a retirarse del mundo y quedarse en silencio. En el universo de Vila-Matas, los bartlebys no están tan alejados de los shandys, es especie de sociedad de artistas portátiles que decanta por los actos mínimos, imperceptibles, artistas que rompen las convenciones del arte elevado para llevar el arte hacia la vida, hacia lo más prosaico e inesperado. Ambas figuras ligan la obra de Julià Panadès y Damià Vives. Y en cierto modo también atraviesan la obra posible de Mar Guerrero, cuyas piezas llevan el arte y la ciencia al universo de lo cotidiano. En Los limpiadores de estrellas, título inspirado en un popular cuento de Cortázar, la artista propone la creación de una sociedad secreta en expansión continua para debatir y compartir ideas e historias acerca de la posibilidad de un viaje a mundos y lugares fuera de nuestro planeta. Este viaje, que nos permitiría vernos desde el exterior, forma parte de dos de las pulsiones más extendidas de la modernidad:la conquista de otros mundos -el imaginario de la colonización-, pero también la huida y la necesidad de escapar lejos.
En el cuento de Cortázar, se crea una sociedad para limpiar las estrellas, que habían perdido su brillo, por los aviones, pero también por las miradas y las proyecciones de los humanos sobre ellas. Vaciar milenios de miradas para comenzar de nuevo. Limpiar para volver a mirar. Y observar así la luminiscencia de astros que brillan más que el sol o la luna. Lo que propone Mar Guerrero también tiene que ver con esa limpieza, con un partir de cero para encontrar nuevas historias. Historias pequeñas, historias que importen. Su sociedad de limpiadores de estrellas se presenta como un espacio narrativo, un lugar para compartir historias y vivencias. En este sentido, su obra confía en la potencia de las palabras y en la necesidad de narrar experiencias para generar lazos y vínculo afectivos.
Lo real y lo ficticio, lo íntimo y lo público, lo individual y lo colectivo se dan la mano para ir poco a poco construyendo una narración o, como dice la artista, «un viaje colectivo formado por microhistorias y microconspiraciones poéticas». Un viaje qu se proyecta en el tiempo y que nunca acaba del todo. Porque esta sociedad puede crecer y expandirse hasta el infinito. El artista inicia un proceso sobre el que, poco a poco, va perdiendo el control. El artista desencadena una reacción, pero la obra, o lo que ha puesto en movimiento, lo trasciende.
Fragmento del texto dentro de la publicación A TIRO DE PIEDRA, pp. 49-50
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Mar Guerrero. Un encuentro con el mundo.
David Barro
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«En este film, todos los acontecimientos y personas son verdaderos. Todo lo que no fuera verdadero es pura imaginación mía». Robert Frank
La obra de Mar Guerrero tiene dos caras, pero una única superficie. Es ahí donde consigue tensar la realidad para trabajar con el espacio y el tiempo, por supuesto, abrazando la ficción y un imaginario personal que la artista se ha ido creando en tiempo real. Para aprehender la exégesis de lo que Mar Guerrero nos cuenta, nada mejor que las palabras de Robert Frank que tomamos a modo de punto de partida, sacadas de su primer largometraje -Me and My Brother-, donde mezcla escenas de documental con la más pura ficción, alternando el blanco y negro y el color. Esas palabras se sobreponen al comienzo de la película a una Biblia en la pantalla, para abrir una película que cuenta la historia interna y externa de Julius un hombre que en silencio contempla la vida de su hermano poeta Meter. Julius desaparece y un actor representa su papel. Al final una imagen documental del propio Robert Frank que visita a Julius en un hospital cierra el film. Como en la obra de Mar Guerrero, la realidad y la ficción hacen equilibrios en una especie de banda de Moebius. También la relación entre tiempo y espacio, una vez que una experiencia es reemplazada por otra con la misma tranquilidad por la que la artista camina en su obra. El tiempo se espacializa y el espacio se temporiza para inscribirse en una manera de pensar la historia que trata de reconocer sus propios errores y fracasos. Es algo que cuenta muy bien el arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa, que ha reflexionado poéticamente sobre la experiencia de habitar el tiempo. Mar Guerrero también poetiza el sentido de duración y de experiencia. Lo hace abrazando un sentido histórico paradójicamente enraizado en el futuro. Es así como se inscribe en lo colectivo desde lo personal, abrazando lo aparentemente insignificante para traducirlo como acontecimiento singular.
Pienso en Borges y en Pierre Menard, autor del Quijote. No quería componer otro Quijote, lo que resultaría fácil, sino el Quijote. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran palabra por palabra y línea por línea con las de Miguel de Cervantes. El protagonista se impone un destino, como Mar Guerrero su viaje entre tradición y futuro. Lo tecnológico, lo migratorio y el fin de reflexionar sobre el concepto de redes humanas y tecnológicas, es el objetivo que se impone la artista en una suerte de ruina circular borgiana donde el personaje que se sueña tiene forma de «afronauta». La ficción es el recurso para la reinvención, para la otredad capaz de construir realidades, conjugando lo lejano con lo próximo en una suerte de arqueología de la imagen y la memoria.
Mar Guerrero comenzó por preguntarse si podemos imaginar el futuro, y en esa pregunta está implícito un cuestionamiento sobre el virtual progreso tecnológico. Es en ese progreso con forma de colonización espacial donde la artista se encuentra con la ruina y la nostalgia del paisaje romántico. Porque obras como Cosmic Networks son, antes de nada, una expandida puesta en escena, una contemplación de la contemplación. La relación entre las acciones humanas y los movimientos cósmicos y cómo estos son representados a través de nuestros cuerpos, guía estas primeras acciones, que en Stardust nos conducirán a la singular confrontación del romántico con su entorno, algo que advertimos en Caspar David Friedrich y en la soledad de sus personajes ante la inmensidad, pero también en la artista convertida en astronauta que decididamente emprende su propia expedición a Marte.
Mar Guerrero habita y transita su propio paisaje y como espectadores debemos asumir que en su obra la acción sucede. Ante ella debemos reconstruir un imaginario capaz de tornar desconocido lo conocido y viceversa. En trabajos anteriores ya se había enfrentado a la construcción del paisaje desde la construcción de la mirada. También al escombro, que en su obra se manifiesta conceptualmente como incertidumbre. Un ejemplo temprano fue la obra titulada Desde un indicio hasta el instante antes de su derribo, donde narraba el desarrollo de una idea hasta su posible abandono. Se trata, por tanto, de adentrarse en un territorio inédito, aunque reconozcamos sus formas.
Pienso en el cine de Tarkovski y esa idea de stalk, que no es más que la marcha de aquellos que avanzan en terreno desconocido. También aquí estamos ante la inminencia de una revelación que no acaba de producirse. Lo advertimos en las esferas de yeso de su obra Earth Constellation, que la artista sitúa en el paisaje durante el trayecto entre Sterkfontein hasta Cape Town. Como en el Romanticismo, la imaginación es el único intermediario. Es ahí donde encontramos sentido a la idea de Mar Guerrero de viajar desde los orígenes de la humanidad hasta el origen del universo. Tomando como referencia el programa espacial creado por el profesor Edward Makuka Nkoloso y sus afronauts en plena Guerra Fría, la artista viaja con la indumentaria de afronaut, aunque en lugar de explorar otro planeta, investiga el suyo propio. Todo ello se recoge en Fictions on the other side of the frontier, trabajo audiovisual todavía en proceso -está pendiente de una tercera expedición que tendrá lugar en Rusia, en las instalaciones del cosmódromo de Baikonur-. En un segundo capítulo, se sitúa en EEUU y en torno a su relación con la Unión Soviética, con los viajes a la luna a modo de poder simbólico y como telón de fondo. Los escenarios evidencian un síntoma de nuestra era: la ausencia de un tiempo orgánico. Domina, entonces, lo atemporal, una vez que, en la posmodernidad, el presente real se ha convertido más en pasado real que en futuro real. Algo así como una nostalgia del presente que nos condena a tener siempre el futuro en el pasado. Todo tiene una estética similar, como si obedeciese a esa suerte de futuro posthistórico y sin estilo que tan bien describe Claudio Magris. Es en ese marco donde Mar Guerrero rebate la idea del turismo espacial, como si quisiese acogerse a aquella máxima de Nabokov, que decía que el futuro no es más que lo obsoleto vuelto del revés.
Se trata, por tanto, de una narrativa llena de pliegues, que nos conduce siempre más allá de las palabras y de las imágenes. La realidad se excede, se aliena, se satura, se imagina, como salida de un sueño. De ahí que cobre tintes surrealistas y que sus atmósferas sean pictóricas, aún cuando obedezcan al más puro estilo documental. Porque la velocidad de la resignificación del futuro nos recuerda que siempre somos vencidos por la historia y, como nos recuerda Ronald Wright, casi todas las civilizaciones que desaparecieron fueron víctimas de sus propios éxitos. Mar Guerrero intuye esas ruinas como resto de un naufragio: el del progreso sin límites. Esa memoria, destilada con humor y conjugada desde la experiencia temporal, nos desvela la dimensión oculta de su excelente trabajo. Porque como señaló Maurice Merleau-Ponty, «¿Qué otra cosa podría expresar el pintor o el poeta más que su encuentro con el mundo?».
Texto para la exposición individual Cosmic Networks en Galería Formato Cómodo.
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Viajes imaginados, viajes posibles.
Jose Luis Giner Borrull
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“Vino en una cosa de metal que relucía a la luz del sol –recordó la señora K, y cerró los ojos evocando la escena–. Yo miraba el cielo y algo brilló como una moneda que se tira al aire y de pronto creció y descendió lentamente. Era un aparato plateado, largo y extraño. Y en un costado de ese objeto de plata se abrió una puerta y apareció el hombre alto.” (1)
Este episodio de la novela Crónicas marcianas de Ray Bradbury narra el momento en el que la señora K, una habitante de Marte, describe a su marido la llegada de un ser humano a este planeta. Aunque el autor fechaba esa llegada en el año 1999, todavía a día de hoy el hombre no ha logrado pisar el planeta rojo. De hecho, según informes recientes de la agencia espacial realizados por la Sociedad Planetaria, la NASA no prevé enviar astronautas a la órbita de Marte hasta el 2033, llegando a pisar su superficie en 2039.
El género de ciencia ficción –surgido sobre todo a raíz del gran avance tecnológico y científico del siglo XX, así como gracias a los viajes espaciales y la llegada del hombre a la Luna– se presenta como un importante punto de referencia y de inspiración en el arte contemporáneo. En el caso de la propuesta Crónicas marcianas de Mar Guerrero, la artista se convierte en ese personaje que viaja al planeta Marte, un personaje que, además, nos recuerda a la figura de Marco Polo en sus viajes a ciudades invisibles, descritas por Italo Calvino.
Lo interesante de este proyecto es observar como Guerrero no decide sólo crear una mera representación de esa hipotética expedición, sino que plantea la posibilidad de transitar, habitar y vivir ese nuevo escenario. De este modo, establece unas coordenadas alternativas, espaciales y temporales, creando una tensión entre la imposibilidad y la realidad. Para ello, como la artista subraya, su objetivo es “conectar con la imaginación del espectador, para que él mismo construya el propio viaje, un viaje imaginativo a través de los espacios desérticos del planeta rojo”.
Crónicas marcianas muestra una serie de imágenes proyectadas, a modo de diapositivas, de la llegada a Marte de Mar Guerrero. Para que esto pueda ser experimentado por el espectador, la artista escoge lugares y situaciones que nos invitan a aproximarnos a la naturaleza marciana. El observador queda enfrentado a la conmovedora belleza de lo desconocido que conocemos. Estas imágenes ayudan a reconstruir todo un imaginario que nos remite a Marte y a sentirnos inmersos en este viaje propuesto: espacios desérticos, paisajes rojizos, ocres y anaranjados, laderas ondulantes y erosionadas o inmensas masas de agua. La proyección se acompaña de un casco, que la artista presenta como parte de su traje espacial, y de un ejemplar de la novela de Bradbury.
Asimismo, esta obra funciona en muchos niveles. Es posible reinterpretarla como forma satírica para acercarse a cuestiones sobre la búsqueda de agua y, por tanto, de vida. Un aspecto que nos remitiría a conceptos como colonización, barbarie y distopía. Pues para algunos, esto refuerza el sueño de enviar exploradores o quizás incluso sentarse para conquistar el Sistema Solar.
Pero, más allá de todas estas cuestiones. ¿A qué se enfrentaría un astronauta al llegar al planeta Marte? O, en este caso, ¿qué encontrará el espectador cuando se sumerja en el viaje planteado por Mar Guerrero en sus Crónicas marcianas? En definitiva, esta posibilidad dependerá de la predisposición de cada uno para dejarse llevar por su imaginación y adentrarse en estos nuevos territorios.
(1) Ray Bradbury: Crónicas marcianas, Ediciones Minotauro, Barcelona, 1979, p. 19
Texto para la exposición individual Crónicas marcianas en la Fundación Chirivella Soriano.
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